A brillar, soldadora en mano
Por primera vez, el programa de capacitación en soldadura de Tecpetrol junto a su cadena de valor invitó a jóvenes con discapacidad. En el marco del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, que se celebra cada año el 3 de diciembre, este hito invita a revisar los sesgos que nos llevan a cancelar actividades.
Esa jornada comenzó con ilusión y algo de nerviosismo. No era un día más. Por primera vez, participaron jóvenes con discapacidad del programa Soldando Comunidades de Tecpetrol. La iniciativa, que se repite dos veces al año junto a la red de proveedores miembros de ProPymes, sigue creciendo y, así como en mayo de este año habían invitado a mujeres de las comunidades cercanas a aprender a soldar, en octubre último fue el turno de un grupo jóvenes de una institución, en Neuquén.
En la edición de mayo, las autoridades de la institución visitaron una jornada de soldadura para analizar si era viable y ellos mismos seleccionaron tres chicos y una chica, todos de entre 15 y 20 años, con diferentes capacidades cognitivas, que asistieron con sus acompañantes y personas de la institución a una jornada en los talleres de Estrategias Competitivas del Sur, en el Alto Valle.
Tímidos al principio, recibieron la capacitación básica sobre qué es soldar, medidas de seguridad y luego se pasó a la práctica con un proceso semi automático. Dejando atrás todas las dudas, se enfrentaron a los ruidos, las chispas y el humo que la soldadura implica. "Veías a los chicos que tenían unas ganas increíbles de pasar a la acción, y a medida que avanzaba la jornada comenzaron a destellar, tanto con las máquinas como ellos mismos", relató a Tecpetrol Hoy Luis Lanziani, Supplier Development Sr. Manager.
Esa mañana, pudieron ver a los instructores conmovidos con lo que estaba sucediendo. Así, fueron incrementando la dificultad de las tareas y comenzaron a unir chapas, con cautela sabiendo que las piezas quedan muy calientes. Hasta que uno de los chicos, con experiencia previa en talleres pero de carpintería, decidió escribir su nombre. El resto lo vio y quiso imitarlo. Resultado: todos volvieron a casa con las chapitas con su nombre.
Al promediar la jornada, el éxito de la iniciativa había sido tal que el dueño del taller se planteó la posibilidad de incorporar a uno de los chicos para las actividades más controladas. Y desde el área interna se propuso, a su vez, realizar una edición +d en cada edición de Soldando Comunidades, con la idea de ir rotando este desafío en el resto de las operaciones.
"El objetivo principal era demostrar que esta es una actividad que puede hacer todo el mundo. Con una preparación adecuada de las instalaciones y de las pautas de planificación para seguridad, las personas con discapacidad pueden incorporarse a la industria de la energía", definió Lanziani. Y agregó que el mensaje también va puertas adentro, a los proveedores y a las familias de los chicos, que podrían desempeñarse en un taller, un emprendimiento y hasta una empresa.
Aquella participante que había llegado sin mirar a los ojos al resto, por la tarde rebalsaba de orgullo. "Eso tiene que ver con la capacidad de transformación que sucede a través de las actividades manuales, de sentir que podés construir", agregó Luis Lanziani, presente en cada una de las ediciones. Usar una soldadora fue un gran momento en la biografía de todos ellos.
"Había una posibilidad de que no funcione, probamos que esto se puede hacer", concedió y concluyó: "Asumimos riesgos de forma controlada para no dejar que nuestros sesgos nos pongan límites, que nos llevan a cancelar ciertas actividades".