Eso que nos apasiona
Una mirada más atenta a lo que nuestros colegas aman hacer cuando no están trabajando es un buen camino para conocernos mejor. Hoy, un capoeirista y una restauradora.
En ronda se forma al ritmo del latido sagrado de los tambores. Una pareja ocupa el centro y simulan un combate, que se parece mucho más a una danza o un juego porque jamás se tocan. Guiadas por un maestro, sucesivas parejas de combatientes despliegan su destreza y flexibilidad. Hay camaradería y espíritu de grupo en la capoeira, un deporte y expresión de la cultura popular brasileña que Néstor Muñoz, Gas Plant Lead Supervisor en Comodoro Rivadavia, adoptó y practica hace seis años.
“Un profesor llegó desde Brasil y comenzó a dar clases en el gimnasio al que asistía, y me sumé: me atrajo el desarrollo de las habilidades motrices, los saltos y la importancia que tiene la música”, contó Néstor sobre su afición, el segundo deporte más popular de Brasil aunque en verdad no es un simple deporte. Es una mezcla de danza con arte marcial no exenta de cierta raíz religiosa (la música tiene un origen ritual en las culturas africanas y su origen se remonta a los quilombos que congregaban a los esclavos).
“Mientras que otras artes marciales son más individuales, capoeira es más grupal, hay más unión, se forma un buen grupo de amigos y es más alegre y divertido”, contó Néstor, desde la planta de Gas de El Tordillo.
El ritmo de este baile lo marcan el berimbau, un primitivo instrumento de cuerda con una función casi percusiva; el atabaque, un tambor apoyado en el suelo; y un pandeiro, que es una especie de tambor más pequeño. Los capoeiristas lanzan patadas acrobáticas con movimientos anunciados.
“Practico alrededor de dos horas a la semana y aparte de las clases se hacen encuentros y en el verano, cuando está hermoso, vamos a las playas, a los parques”, agregó Néstor, que ya comparte su hobbie con su hija de siete años. “Comencé a llevarla, le encanta bailar y ya bailamos juntos”.
Como en todas las artes marciales, en capoeira hay maestros (mestre) y varios niveles, que se marcan con el color de una cuerda (corda) en el traje. Después de un tiempo de práctica llega el bautismo (batizado), en el que se asigna un apodo en base a las aptitudes o la forma de ser de la persona. “En mi caso es lijeiro, que significa rápido”, contó Néstor.
“La capoeira te hace sentir muy bien, por el baile y la actividad física: te desestresa y te vuelve una persona mucho más sociable y comprensiva”, contó. “Uno ve la vida de otra forma, y a mí me genera mucha felicidad y tranquilidad".
El arte de renovar y renovarse
Aunque siempre se le dieron con facilidad las tareas manuales, hizo varios talleres, y fue a partir de un cambio personal que el asunto cobró protagonismo. Mercedes Zinkgraf es asistente del Vicepresidente de Cuenca Neuquina y Vaca Muerta, Martin Bengochea, desde hace casi dos años, y hoy pasa su tiempo libre como restauradora de muebles.
“Es algo que viene heredado de mis abuelos paternos, la atracción por las artes y por las manualidades, pero fue recién durante la pandemia que empecé a renovar sola los muebles de mi familia, los de mi mamá y después los míos”, contó Mercedes, quien lleva adelante su propio emprendimiento, La Charpenterie.
“Me encantan los muebles antiguos y sus historias”, contó. “El valor lo da el cariño de las personas por los mismos”. Y relató la vez que llegó un cliente que le pidió “cuidame las mesas de luz que eran de mi abuela”. Los principios de la reutilización y la economía circular rigen su rutina.
Los fines de semana, y un poco entre semana también (luego de la jornada laboral), se dedica a lijar y renovar muebles para “lavarlos”, es decir, dejar a la vista la madera al natural mostrando las diferentes vetas, última tendencia, contó.
“El secreto es hacer lo que te apasiona, esto viene muy de la mano de un proceso interno del que estoy súper orgullosa y me gustaría poder continuarlo en el tiempo”, comentó Mercedes.
Además de utilizar productos al agua y darles una segunda vida a las cosas, Mercedes acaba de inaugurar un taller que armó en un contenedor marítimo. Allí cuenta con la colaboración de un amigo carpintero que revisa la estructura de los muebles, y planea reinventar otros con partes de madera en desuso para el futuro.
“Me encanta ir quitando pintura, barniz, tinte y descubrir las vetas ocultas de la madera y ver el paso del tiempo en ellas ”.